domingo, 6 de septiembre de 2009

Segunda

Intento exprimir unas pocas ideas a lo que queda de mi cerebro después del sábado, la obscuridad me arropa y penetra cada uno de mis pliegues; ya no son suficientes -como hace tiempo- unas cuantas horas después de la fiesta, mi cuerpo ya no es el mismo; pasan los minutos y el tedio del día no logra arrancar la nostalgia que cristaliza mi sangre, he perdido todo contacto con la realidad: solo algunos sabores de mi última comida (que pudieran ser recuerdos), mi piel duele, los aromas no me alcanzan, las notas son solo un murmullo y todo lo que mi cerebro siente parece ser su propia creación; mis ojos han logrado la anhelada y progresiva penumbra no amarilla, que limita mi universo a unos cortos centímetros suficientes para entender e interpretar lo que no veo. En las primeras gotas de la noche comprendo que me sobran sentidos, los impulsos eléctricos de mis neuronas crean la realidad fantástica que busco. Dormiré de nuevo buscando emociones.